martes, 21 de enero de 2014

La cremallera



Hay momentos en la vida en que deslizar una cremallera a través de un vestido se torna en una verdadera delicia y placer… hasta que ¡cielos! se ha trabado.

Hay pocas cosas tan frustrantes como ese momento, totalmente inoportuno, en que los dientecillos metálicos topan con la tela y todo se detiene.

¿Sabías que las primeras tenían ganchos y ojos? ¿Y que, durante cierto tiempo, se consideraban incitadoras del sexo ilícito y signo de una “mujer fácil”?

Hubo un tiempo en que no había más que botones, por todas partes. Las cremalleras, aunque a veces nos dan dolores de cabeza, son muy prácticas y, por lo general, han acabado con los botones en muchas prendas de vestir y en multitud de objetos, desde carteras a bolsos. Pero la idea no prendió rápidamente.

La primera patente de algo similar a nuestras cremalleras es de 1851, en Estados Unidos. Este sistema fue inventado por Elias Howe, y consistía simplemente en una serie de pequeños broches que estaban en una cinta de tela en uno de los dos lados de la ropa. Los broches podían deslizarse libremente por ella, y unirse a otra cinta similar en la otra pieza de ropa, por la que también podían deslizarse. Claro, sólo con esto no se resuelve el problema: los broches unían las dos piezas de tela, pero se deslizaban hasta el extremo inferior debido a la gravedad, y podían separarse unos de otros fácilmente. Sin embargo, un cordón atravesaba todos los broches por el centro, de modo que, tirando del cordón y haciendo un nudo con él, se apretaban todos los broches unos contra otros, logrando que las dos piezas de tela quedasen unidas sin espacios libres “entre botones”.


Puedes imaginar que este sistema no era perfecto: por un lado, aún había que hacer un nudo en el cordón para mantenerlo tenso y, por otro, cerrar todos los broches llevaba el mismo tiempo (o incluso más, no lo sé) que cerrar botones. Sin embargo, no me negarás que la idea es ingeniosa y que fue un avance considerable. (Por cierto, Elias Howe también patentó una de las primeras máquinas de coser útiles).

Allá por 1893 un inventor, estadounidense llamado Whitcomb Judson, decidió terminar de una vez por todas con la pesadez de tener que atarse decenas de pequeños botones cada día y, sobre todo, para librarse de los cordones de los zapatos. Así que diseñó y patentó una cremallera, a la que llamó “cierre de grapas”. La gente probó el invento en la Expo de Chicago y, a decir verdad, no le dieron mucho plazo de vida, las cremalleras de Judson eran demasiado complicadas de utilizar y, para colmo, se oxidaban con rapidez pasmosa.

Pero, como la idea original era demasiado buena como para olvidarla, pasados unos años, en 1913, un ingeniero muy imaginativo, Gideon Sundback, decidió perfeccionar la cremallera. Desde entonces, y sobre todo desde los años veinte, las cremalleras reinan sin rival… a excepción del velcro, pero esa es otra historia.

Al principio, las cremalleras formaron parte de botas y tabaqueras, pero con el tiempo su uso se fue extendiendo. En los años 20 se empezaron a utilizar en pantalones y en ropa de niño, y en los años 30 la diseñadora Elsa Schiaparelli las incluyó en algunos de sus diseños de vestidos de alta costura, y en poco tiempo la cremallera formaba parte de la ropa en muchos países: el mayor fabricante actual de cremalleras, la empresa japonesa YKK, fue fundada en 1934 por Tadao Yoshida, y Japón fabrica más de la mitad de las cremalleras del mundo.

Durante cierto tiempo, al principio, las cremalleras tuvieron mala reputación. El hecho de que permitieran a una mujer quitarse el vestido muy rápido era considerado por algunos como favorecedor del sexo ilícito, de modo que las mujeres que utilizaban cremalleras eran consideradas por algunos sectores de la sociedad como “fáciles”. Curiosamente, a nadie le preocupaba que un hombre pudiera quitarse la ropa rápidamente o no. Ni qué decir tiene que, en unos años, ideas estúpidas como esa (que acompañan a menudo a nuevas invenciones) fueron desapareciendo y hoy nadie da mayor importancia a las cremalleras.

Originalmente eran de metal: las cremalleras más parecidas a las de Sundback que puedes encontrar hoy son las de los pantalones vaqueros. Sin embargo, hoy en día se fabrican mejor diseñadas que entonces, más ligeras (suelen ser de plástico) y se enganchan menos, los cierres son más pequeños… pero su diseño esencial y la idea de “enganchar cierres mediante una Y” siguen siendo fieles al concepto de Sundback. Por otro lado, tampoco olvidemos a Judson y Howe, sin los que el sueco no hubiera desarrollado tan útil invento.

Se me ha quedado larguísimaaaaa la entrada, espero que no os haya aburrido




6 comentarios :

  1. Gracias por otro trocito de historia, Pili.
    Me ha llamado la atención de la "mujer fácil"..., y sí, esa idea desapareció..., pero eso de que nadie da mayor importancia a las cremalleras...
    Hay algo en la forma de bajarse (o que te bajen) una cremallera que sí tiene importancia...no creéis??

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    1. yo siiiiiii y segun de que manera y de que circunstancia

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  2. Curioso ... como siempre aprendiendo cosas ... no me imaginabva que la mitad de las cremalleras del mundo se fabricasen en Japón

    Gracia Pili

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  3. Una anécdota: Al llegar a casa un día con mis superbotas de piel que me habían costado un dinerillo, no podía quitarmelas. Se me había atascado una cremallera con la piel que tenían por dentro para proteger la pierna y no era capaz de desatascarla. Así que me volví a poner la otra bota, y me fui a la calle a buscar un zapatero. Cuando llegué, había un mostrador, me acerqué y se acercó el zapatero. Señalé hacia el suelo y le dije... Mi problema esta aquí abajo. La cara del hombre era un poema... Como??? Que se ma enganchado la bota y no me la puedo quitar.

    Gracias a dios me la pudo quitar con facilidad y sin romper la bota, que con lo que me habían costado lo mismo aún la tengo puesta!!!

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    1. jajjaa, me meo, que bueno, queria ver yo la cara del zapatero pensando que el problema estaba en otro sitio, es buenisimo

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