sábado, 7 de diciembre de 2013

Un poco de Alexander Fleming.




Hace un tiempo, a raíz de un hilo publicado en un foro en el que se hacían eco del precio de fabricación del iphone, me quejé a un amigo del carísimo precio de venta. Mi amigo, forofo de la manzanita, defendió que la investigación y el desarrollo tenían un precio. Pues no, la investigación y el desarrollo no tiene más precio que el sueldo del trabajador. Hay descubrimientos y avances que simplemente deberían compartirse con el mundo, como han hecho los científicos que os he traído a este blog y que intentaré seguir trayendo.


Hoy le toca el turno a Alexander Fleming. Un personaje que me fascina aunque no pertenezca a mi especialidad.

Sé que todos lo conocemos y sabemos cuánto le debemos, pero mi intención es daros a conocer detalles curiosos de su vida que quizás no conozcáis.

Comenzaré contando una historia que no está demostrado que sea cierta, pero hasta donde sé (que a lo mejor me equivoco), tampoco está demostrado que sea falsa.

En una zona de Escocia, cuyo nombre no recuerdo, un niño se quedó atrapado en las aguas fangosas de un pantano. El niño gritaba intentando liberarse sin éxito, pero tuvo la suerte de que lo oyera un campesino que pasaba por allí. Éste lo rescató y el niño volvió a su casa.

Al cabo de unos días, llegó un lujoso carruaje a casa del campesino. De él se bajó un hombre elegante y lujosamente vestido que llamó a la puerta. Al abrir el campesino, el hombre le explicó que él era el padre del niño al que había salvado de las aguas del pantano, y que quería recompensarle por lo que había hecho. El campesino le dijo que no tenía que darle nada, que él sólo había hecho lo que debía hacer.

En aquel momento apareció una joven cabecita detrás del campesino, el hombre elegante preguntó al campesino si era su hijo, a lo que el campesino contestó que sí. Entonces el lord inglés le dijo que apartir de aquel momento su hijo recibiría la misma educación que su propio hijo. El hijo del campesino era Alexander Fleming, y el del noble inglés Winston Churchill.

Alexander nació en 1.881 en Escocia. Procedente de una familia humilde consiguió ingresar en la facultad de medicina. Tal y como su nariz revela, era aficionado al boxeo, deporte que practicó en sus años de estudios.

Recién terminada la carrera, lo envíarom como médico al frente durante la primera Guerra Mundial. No es de extrañar que lo que vio allí le marcara profundamente. Pero lo que más le llamó la atención fue que la mayoría de los soldados no murieran por las heridas de las balas, sino por la septicemia que aparecían en las heridas éstas provocaban. Aquello hizo que tuviera muy claro a qué rama de la medicina quería dedicarse al terminar la guerra.

De regreso a Inglaterra comenzó sus investigaciones en el campo de la microbiologia, sin obtener grandes resultados. Afortunadamente nuestro protagonista era un auténtico desastre, y tenía su lugar de trabajo hecho un asco. Se podía encontrar restos de comida de varios días entre sus papeles y sus placas de petri.

Un día, al llegar al laboratorio, se encontró que sobre una de las placas en las que tenía sus cultivos había caído comida mohosa, y que las bacterias del cultivo habían retrocedido. En aquel momento, con los ojos pegados al microscopio, tuvo conciencia de su gran descubrimiento: la penicilina.

No tardó mucho tiempo en estallar la segunda Guerra Mundial, y Fleming decidió marcharse a Estados Unidos. ¿Pero cómo abandonar sus avances? ¿Cómo llevarse consigo su investigación? Pues de la forma más simple. Cogió todas las placas y las vació sobre su propia ropa dentro de la maleta.

Por suerte, la penicilina ya pudo usarse durante este conflicto bélico, pudiendo salvar la vida a muchos soldados heridos. El ejército americano mandó imprimir estos panfletos que, si no recuerdo mal, lanzaron desde sus aviones por toda Europa.


Los soldados no han sido los únicos en agradecer públicamente a Fleming su trabajo y su esfuerzo. Junto a la plaza de toros de Madrid podemos ver este monumento:


Aunque imagino que reconocimientos así habrá por todo el mundo, ya que, independientemente de la mafia de las farmacéuticas, Fleming no patentó su descrubrimiento.

Por último, y como curiosidad, deciros que antes del gran descubrimiento las embarazadas comían algo conocido como el pan de las embarazadas, que no era más que un mendrugo de pan con moho. Se ve que el conocimiento popular les facilitaba la penicilina antes del parto.

4 comentarios :

  1. Vidia ... da gusto leer tus entradas.

    Gracias una vez más por traernos un pellizco de Cultura. ;D

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  2. Gracias por la entrada,, me gustan!!..y que nos culturizes!

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  3. Al leer esto recordé la última lección de inglés donde decía exactamente lo que ha dicho Vidia, sin embargo, historia y demás libros poco hablan de él...

    Gracias Vidia!

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  4. Que guay, me encantan estas historias, no la habia visto, como me aburro estoy viendo las entradas que debisteis de colgar cuando estaba de vacas, me estoy poniendo al dia
    Vidia, otra porfa uqe me gustan mucho

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