El asesinato de la mujer perfecta
Os voy a contar esta historia que me he leído hoy y la verdad es que me ha gustado.
Es el caso del asesinato de Hildegart Rodríguez, este asesinato que tuvo lugar en Madrid y que atrajo la atención de toda España durante meses.. Así que, nada mejor que acudir a la prensa de la época para saber un poco más.
El experimento Hildegart
Lo que a continuación pongo son unas breves pinceladas de su vida, basadas en fragmentos que se recuperaron de la prensa española de los años treinta del siglo pasado. Hay varios libros y una peli de Hildegart
Como toda historia, ésta también tiene un comienzo. Aurora Rodríguez Carballeira, era una mujer extraña y de fuerte carácter, conocida principalmente entre su círculo de relaciones por su vehemente defensa del socialismo. Su activismo político se asociaba a ciertas ideas sobre la creación de un nuevo ser humano, capaz de alumbrar una era de paz social y prosperidad. Lo que podría ser considerado como sencillo planteamiento filosófico, utopía tantas veces soñada a lo largo de la historia, ella se atrevió a convertirlo en algo tangible. Así, Aurora decidió concebir un hijo, al que negó cualquier tipo de acceso a su padre biológico. Podría, de esa forma, moldear su mente hasta convertir al vástago en el primer ejemplar de una nueva raza. El delirio cobró forma al quedarse embarazada Aurora en Ferrol. El 9 de diciembre de 1914 nació en Madrid Hildegart, el objeto del experimento. Su nombre no fue elegido al azar, sino que lo seleccionó su madre, según sus propias palabras, como símbolo de sabiduría, aunque en la etimología original alemana, ni se escribe así ni significa lo que Aurora creía. Se cuenta que, tiempo antes, ya había intentado moldear la mente de su sobrino, Pepito Arriola, como niño prodigio de la interpretación pianística. Con ese antecedente, Aurora se dedicó en cuerpo y alma a crear la mujer perfecta en la persona de su hija Hildegart. ¿Cómo conseguir su objetivo? El método consistía en la enseñanza continua, casi obsesiva, de lo que Aurora consideraba como básico. Su esfuerzo hizo que Hildegart fuera capaz de escribir, incluso a máquina, tocar el piano y leer, a una edad en la que el resto de los niños apenas si acertaban a recorrer torpemente las letras. El programa ideado para la niña hizo de ella toda una celebridad, pues sus habilidades y conocimientos llegaron a abarcar desde muy temprano ámbitos asombrosos, desde el conocimiento de idiomas hasta saberes científicos y los relacionados con la sexualidad humana, añadiendo a todo ello un tinte ideológico muy marcado y gobernado hasta el más mínimo detalle por Aurora.
No extrañará que, en ese ambiente, los estudios de Hildegart fueran sobresalientes en todos los aspectos, llegando a licenciarse en derecho con casi 18 años de edad. Aquello únicamente era el principio del programa, la niña creció en un ambiente político muy activo, y desde muy temprano participó en debates y discusiones, publicó columnas de opinión en diarios importantes y, como miembro muy activo del Partido Socialista, se convirtió en el centro de un grupo de pensamiento que abogaba por una reforma en la moral sexual y era partidaria de prácticas eugenésicas. Todo aquello hizo que Aurora, quien había inculcado meticulosamente esas ideas en la mente de su hija, fuera recorriendo con éxito, paso a paso, el plan que había sido diseñado con frialdad muchos años antes. Al fin se había dado a conocer a la “nueva mujer”, que fue escuchada por políticos y grandes hombres de su época, que gritaba pidiendo libertad sexual, política y jurídica para las mujeres, que escribía con calidad excepcional y era capaz de asombrar a todo el que atendía a sus conferencias. Las actividades políticas y culturales de la niña, ya al borde de convertirse en mujer, llamaron la atención incluso de varias publicaciones a lo largo y ancho de todo el mundo. Sin duda, su futuro como líder social y político sería venturoso, el plan marchaba a la perfección y Aurora se sentía ante su obra maestra
La muerte de la virgen roja
Como sucede con los monstruos de las novelas góticas, Hildegart, a la que llegó a conocerse como la virgen roja, empezó a pensar por sí misma y a esbozar sus propios planes más allá de los deseos y proyectos de su “creadora”. Para empezar su propia revolución, decidió abandonar el Partido Socialista para pasar a formar parte del Partido Republicano Federal. La idea contrarió a su madre, pero como la actividad pública de la niña no disminuyó, sino que su lucha por la liberación sexual de la mujer fue en aumento, el primer choque grave con el plan maestro fue diluyéndose. Entre libros, panfletos políticos y ampliando sus estudios, esperando se mayor de edad para poder dedicarse a la abogacía, nada parecía que la inseparable pareja, la madre y la hija que iban a cambiar el rostro de la mujer del siglo XX terminaría estallando en un mar de sangre.
¿Qué sucedió para que Aurora decidiera acabar con la vida de su hija? ¿Acaso decidió Hildegart apartarse para siempre de los estrictos planes de su madre? No se conoce con exactitud qué pudo suceder, pero se afirma que Hildegart pudo haberse enamorado de un hombre, cosa inadmisible por parte de Aurora y que, por varias diferencias de criterio, la “niña” había pensado en separar su vida del programa al que hasta entonces se había sometido. Cada vez que Hildegart osaba sugerir tal cosa, su madre amenazaba con suicidarse, ahondando cada vez más en su propio mundo de locura. Aurora pensaba que sus enemigos políticos deseaban arrebatarle la obra de su vida y, ante tan terrible escenario para ella, tomó la más trágica de las decisiones: terminar con el experimento antes de que fuera conducido lejos de su influencia. El Heraldo de Madrid narró de esta forma, en su edición del viernes 9 de junio de 1933, los detalles del asesinato:
He aquí un parricidio que apasionará a los juristas tanto o más que a la opinión indocta. La muerte de la señorita Hildegart a manos de su propia madre que, enamorada de su obra hasta el paroxismo, la destruye antes que verla desvirtuada por el influjo extraño de un amor no previsto. (…) Aurora Rodríguez vivía acompañada de su hija y de una sirvienta en un modesto cuarto de la Calle de Galileo, número 57, piso cuarto, derecha. En una de las habitaciones del fondo habíase instalado la alcoba donde, sobre unas camas turcas, descansaban madre e hija. La cama que aparecía pegada a la pared era la que habitualmente ocupaba Hildegart. (…) Hace varios días, y a raíz de un altercado que Aurora Rodríguez tuvo con su hija, subió a la azotea de la casa en que ambas vivían y disparó varios tiros al aire. Como explicación a las vecinas, dijo que había querido probar el funcionamiento de un viejo revólver que tenía en casa. (…) Hoy por la mañana, a las ocho y cuarto, se levantó Aurora. Encargó a la sirvienta Julia Sanz que saliera a la calle con los dos perritos que tenía su hija. Obedeció la criada y marchó a un campo próximo. En la casa quedaron solas madre e hija. (…) A las ocho y media comenzaron a ladrar con fuerza algunos perros que había en el patio del inmueble. Nadie oyó los disparos que se hicieron en el cuarto ocupado por Hildegart y su madre. Aurora salió de la casa a esa hora. El hijo de la portera barría la escalera. Vióla salir despeinada y con un abrigo de caracú sobre los hombros. La señora Rodríguez bajó tranquilamente. En el portal se entretuvo unos instantes para hablar con la portera:
—Agradeceré a usted —dijo— que vea a Julia y le diga que espere aquí a Basilia, una mujer que ha quedado en venir para llevarse al gato. Cuando venga esa señora, que suba con ella. Tardaré en regresar…
La portera cumplió el encargo. Julia esperó la llegada de la persona que le habían anunciado, y las dos mujeres subieron juntas al cuarto. Nada anormal advirtieron al entrar en él. Julia tuvo necesidad de penetrar en la alcoba y, con el horror que es de suponer, vio sobre el lecho, bañada en sangre, a su señorita. Aterrara, dio gritos en demanda de auxilio. Acudieron algunos vecinos y entre todos trasladaron a la que suponían gravemente herida a una Policlínica instalada en la calle Fernández de los Ríos. El facultativo de guardia, doctor D. Valentín Camino, no pudo hacer otra cosa que certificar la defunción. La señorita Hildegart presentaba cuatro heridas. Dos en la cabeza, una en la región malar y otra en el cuello. Alguno de los disparos tuvo que hacerse a quemarropa, toda vez que parte del rostro de la víctima aparecía chamuscado por efectos del fogonazo.
A las nueve menos cuarto de esa mañana, tal y como narran los periódicos de ese trágico día, Aurora fue a buscar el consejo de un amigo, el conocido político Juan Botella Asensi, a quien logra despertar en su hogar gracias a su insistencia, a pesar de las negativas a ser recibida por parte de las sirvientas. Y, ante el político, Aurora afirma con frialdad haber matado a su hija. El hombre, inicialmente escéptico, accede a acompañar a Aurora hasta el Juzgado de guardia en taxi. En el edificio judicial ya se tenía conocimiento del hecho, pues varios agentes habían sido enviados al lugar del crimen al ser alertados por los vecinos. Comenzó así el recorrido de esta historia por los juzgados, algo que mantuvo en vilo al público durante meses.
Antes de la celebración del juicio, Aurora pasó el resto de 1933 en la Cárcel de Mujeres, donde protagonizó diversos altercados. Ante sus continuos insultos y agresiones hacia una vigilante, tuvo que ser recluida en una celda de castigo. Este comportamiento, errático e irracional, contrastaba mucho con la frialdad con que había confesado su crimen el mismo día en que lo cometió. Varios médicos examinaron el caso y, a pesar de lo que pudiera parecer, determinaron que la mujer no padecía ningún tipo de locura, aunque con el paso del tiempo surgieron opiniones contrarias. Por ejemplo, después del juicio, pasado ya un año desde la fecha del parricidio, la Sociedad de Neurología y Psiquiatría se ocupó de estudiar la historia clínica de Aurora Rodríguez. El informe emitido por dicha sociedad incide en que la autora del crimen se encontraba afectada por un proceso de paranoia y se lamentaba de que, a lo largo del proceso, no se hubiera ahondado lo suficiente en el asunto de su salud mental. El juicio, con jurado popular, que se inició a finales de mayo de 1934, entre las dudas sobre si la paranoia o algún otro tipo de locura, tal y como alegaba la defensa como circunstancia eximente, se hallaba tras la inexcusable acción sometida a proceso, llegó a su fin con veredicto de culpabilidad y una sentencia que condenaba a Aurora Rodríguez a cumplir veintiséis años de prisión.
Gracias Pili, vaya historia!
ResponderEliminarGracias Pili, lo leeré con algo de calma
ResponderEliminarWow! No sabía nada de ella y su madre. Miraré si hay alguna película y la veo esta noche en la Tablet, aunque me parece que estaba sumida en una paranoia como mencionas tú, sin embargo, el "sistema educativo" que proponía no me parece nada utópico...
ResponderEliminarsi que hay peli,
Eliminarhttp://www.filmaffinity.com/es/film393557.html
se titula Mi hija Hildegart
Muy buena entrada e historia!
ResponderEliminarMi madre tambien me ha lavado la cabeza desde de pequeño: recoge la habitacion, no escupas, lavate los dientes...etcc.. pero me he revelado!
Ja...ja.jaa
No lo había oído ni leído nunca.
ResponderEliminarGracias por otro pedacito de historia.